"UN MOMENTO GRABADO, QUE NADIE LO PUEDE QUITAR"

El miércoles se cumplieron 37 años del primer ascenso de Nueva Chicago a la máxima categoría en el profesionalismo. Mario Franceschini, figura y goleador de aquel equipo, recordó el hito de 1981.


"El Francotirador", así lo apodaban a Mario Sebastián Franceschini, el hombre que llegó a Mataderos en 1980 luego de jugar en Boca y Atlanta, y se ganó un lugar entre los próceres verdinegros debido a su estupenda campaña goleadora y a la gran tarea cumplida como entrenador, ya que consiguió el ascenso a la B Nacional en 2012. El miércoles se cumplieron 37 años del primer ascenso del "Torito" a Primera División y el santafesino fue el héroe de aquella tarde al convertir el gol de penal que le dio el triunfo (1-0) sobre Estudiantes de Caseros. 

-¿Qué recuerdos tenés de aquel día?
-Es increíble, pasaron 37 años. Parece un número nomás pero es toda una vida. Me acuerdo que la gente disfrutó todo el campeonato. Nosotros tuvimos un equipo que no perdía como local, te garantizaba competencia, pero había exigencia, que te obligaba a estar concentrado y con los dientes apretados. Por eso, el jugador disfruta poco, más que nada del entrenamiento y el día a día. Mientras vas ganando, va todo fenómeno, ahora cuando perdés... Aquel día llegamos a la cancha con ansiedad y tensión nerviosa, y los hinchas estaban muy alegres y eso nos obligaba a estar enchufados. La cancha estaba toda embanderada. Era el primer campeonato y el primer ascenso a Primera. Estaba todo preparado para una fiesta.

-¿Cómo viviste el momento de la ejecución del penal?
-No estaba nervioso, lo tomé con mucha responsabilidad porque no había que fallar. Estaba muy seguro para patearlo, quizás en otros partidos que no estaba jugando bien podía estar nervioso, pero no fue lo que pasó contra Estudiantes.

-Me imagino que ese gol será uno de tus grandes orgullos
-Tuvo más trascendencia el resultado final porque recién iba media hora y el resultado era incierto. Igualmente sentí la alegría de convertirlo. Y después con el transcurso del tiempo se le dio una gran importancia.

-Quedaste en la historia por el penal convertido y porque fuiste el goleador del equipo.
-Tuve dos años muy buenos en el club, había hecho 25 goles en el torneo anterior. Me acuerdo que Pipo Ferreiro, el técnico, en la charla previa nos dijo "Van a pasar los años y todo el mundo se lo va a agradecer". Y tenía razón porque Chicago nunca había subido, había peleado torneos pero se caía en el final. En ese plantel había varios muchachos con sentido de pertenencia en el club. Es el día de hoy que la gente nos agradece a través de las redes sociales y también cuando vamos al club. A veces hay ingratitudes, inclusive de algunos dirigentes que no han valorado lo que hemos conseguido, pero la gran mayoría de los hinchas y directivos valoran. Fue un momento grabado, que nadie lo puede quitar.

-Es que Chicago llevaba 40 años en la Primera B...
-El club siempre tenia buenos equipos, a tal punto que representó a Argentina en un Sudamericano, pero no conseguía el tan ansiado ascenso. Si hasta perdió una final con Deportivo Español en la década del sesenta. El hincha de Chicago es fiel y fanático como todos y disfrutó muchísimo de ese campeonato en 1981. Ya en ese momento tenía una hinchada numerosa y con el crecimiento de la población, se elevó la cantidad de hinchas.

-Pipo Ferreiro fue el técnico, ¿cuál fue su gran mérito?
-La gran cualidad que tuvo fue su hombría de bien. Era muy buena persona. Quizá no era un revolucionario tácticamente o estratégicamente, pero era muy compañero, muy buen tipo. Nosotros lo respetábamos. Era un integrante más, respetaba su lugar pero a veces hacía bromas. Había muy buena química. Cuando nos tenía que defender, lo hacía. Y también al momento de criticarnos. Él formó un gran grupo, en el que nunca hubo un desencuentro. Eso lo generó Pipo y el profe Rodríguez Lorenzo. 

-En 2012 armaste un grupo que parecía invencible y subió a la B Nacional, ¿tomaste las enseñanzas de Pipo Ferreiro?
-Por supuesto. Después hay que laburar, transmitirle al jugador qué y cómo lo quiere hacer. El técnico está afuera, observa y corrige, pero el que decide es el jugador. Un técnico tiene que acompañar y esa cualidad Ferreiro la tuvo siempre. Nunca fue personalista ni se apoderó del equipo. 

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