EL ESPECIAL DE MUNDO, EL PROGRAMA DE LA FAMILIA VERDINEGRA

Tincho, Dai, Ana, Andre, Fabi, Joan, Fede y Ale.



Por Joan Jaunarena

Me voy a disculpar de antemano. En estas líneas, como bien estuvieron acostumbrados durante todos estos años, no encontrarán lo que suelen esperar. Por eso me disculpo. No habrá un análisis de la última fecha que disputó Nueva Chicago, ni mucho menos sobre la actualidad del club. Tampoco habrá información del próximo partido. Por eso me disculpo si entraron al sitio con la esperanza de informarse. Lo que encontrarán a continuación, si me lo permiten, es algo mucho más personal, más íntimo: es sobre el programa especial de Mundo Chicago y lo que me generó a mí presencia esa última transmisión.

No se puede ser feliz en soledad. Eso pensaba mientras nos reencontrábamos, después de varios años, con los integrantes de Mundo. Era sábado por la tarde y, a minutos de que la luz roja del “aire” volviera a encenderse, el estudio recuperaba su lugar de refugio. Habíamos vuelto a nuestra casa, y se sentía en el ambiente: en los ojos de Martín Pereyra, que luchaba en silencio para no quebrarse en llanto; en la sonrisa de Fede Tallarico, reencontrándose con lo suyo (y los suyos) como si fuera la primera vez; en el orgullo que brillaba en los ojos de Fabi Rodríguez al ver a sus compañeros; y en la seriedad de Ale Marco, manteniendo la cordura pese a la emoción para que el programa saliera perfecto.

Mientras se ajustaban los últimos detalles para volver al aire, en mi cabeza retumbaba la frase de Fede: “Nueva Chicago está formado por varias pequeñas familias”. Y es cierto. Porque el ser humano, ante todo, es un bicho sociable. Desde que nace depende de otros para sobrevivir. Y porque somos animales sociales, jamás seremos plenos en soledad. ¿Y qué mejor que tener al club de tus amores como puente hacia esa felicidad colectiva?

Saber vivir en soledad es una virtud, pero no es la solución. Mucho menos cuando miro a este grupo, unido por un mismo amor que han venido cultivando desde que tienen uso de razón. En este mundo interconectado, donde dependemos del otro incluso sin darnos cuenta, amar y ser amados es una de las herramientas más maravillosas y transformadoras que tenemos a nuestro alcance, siempre que nos tomemos el tiempo de cuidarla. Al amor hay que darle tiempo, atención y afecto; sólo así puede florecer. No importa qué vínculos sean: el tiempo hace estragos si se descuidan.

Al ver la emoción de Fede, que vino de visita desde España luego de tres años y a las pocas horas de llegar al barrio de Mataderos se fue para la radio. O la de Fabi al final del programa, entendí que este grupo había cuidado y sembrado aquello que Chicago siempre agrupó.

Pobre de aquel que avance en esta vida sin comunidad, sin tejer puentes, sin siquiera una compañía que lo acompañe al Cedrón un sábado a cenar. La vida es una aventura que cada uno puede transitar como quiera. Para mí, no consiste en triunfar acumulando o intentando generar riquezas; eso es volverse loco. La vida es otra cosa. Y con esto cierro, haciendo mío una frase que le pertenece al Pola, un oyente que, desde el otro lado del Mediterráneo, dijo algo que nos une y nos hermana: “Nueva Chicago es no volver a estar solo”.

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