"PRIMERO MI CLUB, DESPUÉS EL RESTO"

Carmen Leiva vive en Barracas y lleva, desde hace siete años, un tatuaje en su brazo izquierdo que delata la pasión por el Torito. Te invitamos a conocer la historia de "la abuela de Chicago", quien heredó la pasión de su padre, fue vecina de Pilo Calandria y sueña con pintar su Fitito de verde y negro para llevar a sus nietos a la cancha.

Por Federico Tallarico

Era una tarde calurosa en la ciudad cuando por las intersecciones de Villarino y Montes de Oca, sale una señora en delantal a lustrar su Fitito. Mientras miraba con mucho cariño su auto y le daba caricias con su franela, se podía visualizar un detalle no menor, en su brazo izquierdo tenía nada más y nada menos que el escudo de Nueva Chicago y debajo de él una leyenda que decía “El Torito de Mataderos”.

En la cuadra, y en el barrio, es conocida como “La Abuela de Chicago” y todos le halagan su tatoo. “Como dicen los chicos, garpa el tatuaje de Chicago. Acá en Barracas está lleno de hinchas del club, todos me saludan y me dicen algo sobre el tatuaje, sean o no sean de Chicago, hasta el Chiqui Tapia me conoce con ese apodo”, desliza Carmen Leiva (66 años) con una sonrisa, y claro, no es para menos, cada minuto que pasa en la vereda, es un saludo de algún vecino que la reconoce a metros de distancia.

Su historia con el "Verdinegro" viene desde chiquita, ya que su padre fue uno de los constructores del mítico barrio de Los Perales y también protagonizó varias refacciones en nuestro estadio: “Como a los ocho años mi papá me llevaba para que lo ayude, recuerdo que cuando era joven era de ir mucho a la cancha, que en ese momento, era de tablones”.

Oriunda de Tapiales, Carmen saca pecho y cuenta su relación con Norberto Calandria, una leyenda en la institución: “Yo me crié con sus hijos, Pilo siempre pasaba con la bicicleta y se llevaba a todos los pibes a jugar a la pelota al club. Él y su señora eran muy buenas personas”. El gran delantero de la década del 50 integró unos de los mejores planteles que ha tenido el Torito en su historia, junto con Daquarti, San Lorenzo, D’Ascenzo y Casanova. “Mirá, ese equipo me da piel de gallina, es más mi marido vio ahí en la cancha el gol que hizo de cabeza, luego de tirar él mismo el tiro de esquina”, confesó la abuela de siete nietos. 

Y si hablamos de nietos, tenemos que contar que uno de ellos fue quién se ofreció a realizarle la obra de arte. “El motivo del tatuaje fue porque zafé de una operación de hernia y mi nieto, que es tatuador, me preguntó que quería hacerme y le pedí que me haga el escudo de Chicago pese a que todos pensaban que me iba a hacer el nombre de mis nietos”, confiesa entre risas, y agrega: “Igualmente después me los tatué, pero primero mi club, después el resto”.

Su locura por los colores hicieron que, de a poco, vaya sumando adeptos e hinchas: “He hecho a mucha gente hincha de Chicago, los convenzo diciéndoles que es el mejor club, que no hay otro igual y la verdad es que da resultado porque consigo el objetivo”.

Detrás de ella, hay un Fiat 600 color negro inmaculado. Dicho auto fue adquirido por Carmen hace un año y, a puro pulmón, ya que es jubilada, lo va a arreglando para ponerlo a punto, ¿su meta? Tenerlo para poder llevar a sus nietos a la cancha: “Adentro de mi Fitito tengo un escudito de Chicago, y le quiero pintar el techo de verde para que me quede con los colores de Chicago”.

Sus nietos y Chicago son sus pasiones y al finalizar la nota hizo un pedido especial. “Yo lleve a uno de mis nietos una vez a la cancha y se enloqueció, le encantó y mi sueño es poder llevarlos a todos, aunque al ser jubilada, se me complica. Ojalá algún día lo pueda hacer”.

El sol caía sobre Barracas y Carmen Sofía Leiva, más conocida como “La abuela de Chicago” dejó su última reflexión: “Para mí Chicago es todo. Soy fanática, quiero verlo, quiero escucharlo, pongo alma y vida. No hay pareja, no hay nada, me dicen feliz día de los enamorados y yo digo feliz día Chicago”.