Chicago fue eliminado del Reducido por el segundo ascenso. Ayer empató 2-2 con Independiente Rivadavia de Mendoza en Mataderos y se terminó la ilusión verdinegra de volver a Primera División. Crónica de un final anunciado.
Por Fabián Rodríguez
Por Fabián Rodríguez
Un cambio de estado abrupto. Sin pausa. Profundo. De ese estallido repleto de esperanza, generado por el gol de Nicolás Franco, a ese déjá vu, ese retroceso a los últimos partidos en Mataderos ante Chacarita o el mismísimo Independiente Rivadavia. Otra vez esa sensación vacía. Esa resignación que provoca un desarrollo que, a falta de muchos minutos por jugar, a un hincha lo lleva a conocer el desenlace, los cambios, los defectos del sistema que no se solucionan o disimulan. Y ese final, una eliminación que estaba a la vuelta de la esquina.
Este Nueva Chicago logró el primer objetivo que se había impuesto en la semana: abrir el marcador antes de los 15' de juego. Ese toque de Franco significó más que un gol. Fue una caricia, el empujón necesario para creer en que se podía ganar 3-0 para revertir una serie contaminada por los fallos arbitrales de Julio Barraza en Mendoza, donde la "Lepra" se había impuesto 4-1.
Con más fuerza que juego y recurriendo a la voluntad para acorralar a la visita, que sintió la presión en la última línea, nacía la ilusión verdinegra. Y ahí estuvo la potencia de Franco para generar riesgo, aunque careció de cómplices. Porque Valdez Chamorro (volvió a ser titular en el torneo luego de tres meses) no fue el generador de juego que el equipo necesitó. Melo estuvo más pendiente de discutir que de desequilibrar y Sánchez Sotelo tomó malas decisiones.
Ese éxtasis, ese anhelo y ese empuje fue un espejismo. Enseguida, este "Torito" chocó con la realidad de los últimos encuentros. Volvió a repetirse en errores defensivos, en desacertados movimientos para ocupar espacios. De un tiro libre a favor llegó el empate visitante por fallas en las coberturas y un ratito después, la expulsión (exagerada) de Vivas. Con 10, parecía una misión imposible ganar 4-1.
Perazzo metió a Mater en lugar de Valdez Chamorro (otra vez "Gomito" debió esperar en el banco cuando el equipo lo precisaba desde el arranque), pero lo colocó en una especie de lateral volante por la derecha. Demasiados metros para recorrer y la pérdida de su llegada por sorpresa. Entonces, Independiente Rivadavia encontró huecos y no dudó: Asenjo clavó el 2-1 y la serie estaba definida. No alcanzó con tibios intentos, anímicamente Chicago estaba destruido sin respuestas. Sólo se levantó la energía de la gente con el ingreso -tardío- de Gómez y el posterior 2-2 de Franco.
Esa agonía, esa angustia en la garganta por saber que la buena campaña se descontroló en la recta final, se perdió el rumbo, potenciado por la ausencia de pilares (Juárez y "Pitu" González) más el bajón de piezas clave (Melo, Sánchez Sotelo y Achucarro). Se perdió una gran oportunidad para regresar a Primera. Ahora, desde el lunes, es tiempo de empezar a planificar lo que viene, definir un camino (con o sin Perazzo) y rearmar el plantel. Se viene una B Nacional muy compleja, sin promedios y con rivales poderosos, en términos económicos y relacionados a la AFA. Por eso, a valorar los aciertos -que fueron varios- y a corregir esos detalles que imposibilitaron un desenlace festivo.
Fotografía: Prensa Independiente Rivadavia.
Fotografía: Prensa Independiente Rivadavia.