"CUANDO VI A LA GENTE DE CHICAGO EN AVELLANEDA ME EMOCIONÉ Y DECIDÍ QUEDARME"

Cristian Wernly no se guardó nada y en una charla con Mundo Chicago en Radio contó cómo fue su llegada a Nueva Chicago, cómo vivió desde adentro el partido ante Independiente en 2004 y qué sensaciones tuvo de aquel plantel que ascendió a Primera en 2006. Además, se animó a decir cuál es uno de sus sueños. 


Radicado en Gualeguaychú y trabajando en Urdinarrain como coordinador de las Inferiores del club Juventud de dicha localidad, el “Gringo” Wernly abrió su cajón de recuerdos para contarnos cómo fue su relación de “amorío” entre él y la institución verdinegra, que comenzó hace 17 años con un llamado de Leonardo Madelón: “Me voy de Unión en octubre por falta de pago y en diciembre sólo se podían incorporar a dos jugadores nada más. La verdad es que se me estaba complicando porque los clubes que pedían referencias no tenían las mejores, ya que con Unión terminé medio que en juicio y me tiraban para atrás, así que me fui a jugar a un equipo del Argentino B en Mercedes y llamé a Madelón, pero me dijo que ya había contratado los dos jugadores, pero si surgía algo me iba a avisar.” La relación con el ex DT del Tatengue era muy buena, ya que con él, Wernly había disputado todos los encuentros, es por eso que ante la ida de Leonardo Ramos, a principios de 2004, el técnico no lo pensó dos veces. “Me llamó y no dudé, me subí al auto y me fui a Chicago”, nos contó el oriundo de Esperanza, Santa Fe. 

Pese a que esas ganas de venir al “Torito” eran bastantes, los minutos disputados no fueron los deseados o esperados. Tal es así que en su primera experiencia con la camiseta de Chicago sumó minutos recién en el final de la temporada, ante Independiente y ya descendidos. Para cualquier jugador o cualquier institución, este partido podría haber pasado como desapercibido, pero ni para él, ni para nosotros fue un partido más ante el “Rojo” en Avellaneda, jugado el 26 de junio de 2004: “No jugué casi nunca, salvo el último partido en dónde ya estábamos descendidos. Yo en ese momento ya tenía todo arreglado para irme a Guatemala y jugar en Municipal, pero la verdad que cuando salí a la cancha y vi la cantidad de gente que había llevado Chicago, quedé sorprendido. Se me había puesto la piel de gallina y tiré todo para atrás, me quedé en el club porque quería jugar y tratar de hacer las cosas bien. Ese día antes de salir a la cancha lo primero que le dije a Madelón fue ´Gracias por traerme´, porque si bien no tuve la oportunidad de jugar, salir a la cancha y ver los fuegos artificiales, a la gente de Chicago y a los hinchas de Independiente aplaudiendo, fue algo emocionante”. 

Madelón quedó en el pasado para Chicago y fue el turno de Ricardo Rezza, técnico que cumplía su primer ciclo en el "Verdinegro" y que completó un gran torneo Apertura consiguiendo la tercera colocación en la B Nacional, producto de nueve victorias, cinco empates y cinco derrotas. Los minutos de “Chuly” fueron nulos y su panorama no era el mejor, pero Rezza no continuó y para el Clausura fue contratado Sergio Batista: “Cuando vino el 'Checho' tampoco jugaba, de hecho me tuve que ir a Jorge Wilstermann de Bolivia. Cuando regreso, tampoco tenía oportunidades y un día fui al vestuario a hablar con él. El equipo venía mal y le pedí una oportunidad para jugar, que si andaba mal, no me pusiera más. Me dio la chance y a partir de ahí no salí más”. 

Fin de ciclo para Sergio Batista y volver a remarla para Cristian. Esta vez quién tenía al mando era a Rodolfo Motta, “Mechi” para los integrantes de ese plantel debido a una broma del propio jugador: “A Motta le decíamos 'Mechi' por mi abuela. Un día llevé una foto de ella y tenía los mismos rulos y ahí quedó el apodo”. 

Su relación con los Motta, tanto padre como hijo, fue excelente desde el comienzo, más allá de que el plantel estaba formado por jugadores acorde a la estructura de ese cuerpo técnico: “Ese era un grupo bárbaro, tirábamos todos para el mismo lado. La pretemporada era un cago de risa y lo más lindo era la noche porque había un grupito que nos juntábamos a jugar a las cartas y lo vivíamos más tensionados que la final con Belgrano. Era un grupo muy unido y siempre se mantuvo confiado en lo que podíamos hacer. Fuimos felices. A Rodolfo siempre le agradecí por la confianza que me había dado y me dijo que se lo retribuyera dentro de la cancha. Era un tipo bárbaro y nos dejó una enseñanza muy grande”.

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 Con un buen nivel en todo el campeonato, Wernly se afianzó en el 11 titular de Motta. Chicago estaba aceitado y la derrota por el primer ascenso ante Godoy Cruz desmoronaban las expectativas, aunque había que reponerse rápidamente porque había revancha ante Belgrano. Cristian no disputó el primer partido por acumulación de tarjetas y debió verlo en la platea de Ferro, pero no se contuvo y tras un mal primer tiempo del equipo, decidió bajar al vestuario: “La primera final con el 'Pirata' no la jugué y me acuerdo de verlo en la platea y querer meterme adentro porque estábamos desconcentrados. Bajé al vestuario para hablar más que nada sobre lo anímico y levantar cabeza. Después con los cambios de Rodolfo el equipo se acomodó un poco más en defensa y los pasamos por arriba”. 

El actual entrenador de 38 años tenía continuidad, estaba dónde quería y era feliz dentro de ese plantel, pero aún no sabía que su momento de éxtasis en el “Torito” no había llegado y estaba al caer, ya que en la vuelta tras ir 0-3 en Córdoba, Wernly se puso la capa de héroe, se convirtió en delantero improvisado y salió en busca de algo que parecía inalcanzable en tiempo suplementario: “Con el “Chiqui” Carranza teníamos una sociedad, hicimos varios goles así. Cuando nos hacen el tercer gol le digo a Nico Sánchez y al “Osito” Sigali que defiendan ellos, que yo me iba arriba. No podíamos ser tan gallinas de perder ese partido, de que se nos escapara así”.  

Los minutos pasaban y lo que parecía imposible, se terminó dando. Carranza desbordó por izquierda y ahí en el área apareció él, en busca de lo que había pensado desde que el local se había puesto 3-0. Pero mejor, que lo cuente el protagonista: “Carranza sacó un centro en la línea, mal parado y en la intuición y confianza que tenía de que iba a tirar el centro, pude estar ahí y cabecear. Ahí supe que íbamos a ganar porque estábamos mejor mental y físicamente. Fue la alegría más grande de mi vida después de mis hijos”. 

Desde ese momento, Wernly logró ponerle el broche de oro a su relación con la gente. Su entrega y ganas de vestir esta camiseta hacían que los hinchas pongan sus palmas al rojo vivo y su gol ante Belgrano provocó un amor incondicional que aún se mantiene en vigencia: “Chicago significa todo. La mayoría de la gente me recuerda más que nada por mi paso en este club, por esa final que me marcó mucho por el gol. Me han hecho banderas, me han llegado cartas a mi casa y esas son cosas que en mi vida me hubiera imaginado. Ojalá que el club pueda volver a estar en Primera, que se afiance económicamente, es un club que tiene la mejor hinchada del país, no sólo por cantidad sino por el aliento que le demuestra a los jugadores”. 

Con título de director técnico en mano, “Chuly” se permite soñar con una vuelta al Torito de Mataderos en algún momento: “Ojalá alguna vez tenga la oportunidad de volver” cerró el ex jugador de la institución que, mientras tanto, realiza sus pasos en Entre Ríos junto a su familia.