LO QUE SE ERRA EN UN ARCO...

El torito dirigido por Mario
Franceschini dominó el partido ante un planteo mezquino del equipo
rival, en donde lo importante era llevarse un puntito o de última
ganarlo de contra.
La vuelta de Christian Gómez y Julio Serrano
hacían esperanzar al público verdinegro de que se disfrutaría del buen
fútbol en el estadio chicaguense. Y así fue, la gran cantidad de público
que se acerco para ver este duelo disfrutó de un equipo que sabe a lo
que juega con toques por doquier y profundidad por las bandas.
El
primero tiempo el equipo de Mataderos trabajó por el sector izquierdo y
fue por ahí donde llegaron las mejores situaciones. La primera un
desborde de Juan Vinaccia que luego se mete hacia adentro y saca un
derechazo potente que logró contener el arquero Griffo y la segunda y
más clara fue un cabezazo de Leonardo Carboni que impactó en el poste
izquierdo y le negó la posibilidad de gritar al nueve.


Tal vez una cuota
pendiente es la falta de contundencia, una falencia que venimos
arrastrando desde el torneo pasado con Mario Finarolli y que todavía no
se pudo arreglar. El equipo de Franceschini tuvo infinidades de chances
pero este defecto costó caro contra un rival tibio que en el último
minuto se llevo un empate con sabor a victoria para los del Bajo
Belgrano.
Atrás quedan las culpas que tuvo Germán Bermudez al no
cobrar el segundo penal que fue más claro que el primero. Nueva Chicago
no logró “cocinar” el partido, Rodrigo Drago en la única que fallo
junto con la defensa, nos la mandaron a guardar. También las chances
desperdiciadas en el segundo tiempo más que nada, le dieron vida al
conjunto de Rodolfo Della Pica y con el último suspiro logro lo que vino
a buscar.