GUEDE LA MANO...

"En las categorías del Ascenso no se puede jugar bien al fútbol". "Chicago es Gomito-dependiente". "Scifo es un desastre". "Si ponés a muchos pibes juntos, los quemás". Esas frases, sólo por citar algunas, sonaron tanto por Mataderos que rebotaron en las tribunas de la cancha, en los bares, en la oficina del trabajo, en las redes sociales... Y así, terminaron transformándose en verdades absolutas amparadas en la mayoritaria opinión de los hinchas. Indiscutibles. Incuestionables. Hasta que un día apareció, así de la nada, un casi desconocido Pablo Guede. Que llegó para convertirse, sin buscarlo, en un refutador de sentencias, en un auténtico revolucionario con apenas una pelota bajo la suela como única arma. No fue necesario que disparara ni un solo tiro para imponerse. Con una idea clara de juego y con una convicción inalterable capaz de modificar el chip de sus jugadores, el entonces técnico interino consiguió algo impensado hace unos meses. Logró que en el fútbol argentino se hable de una verdad que hoy sí es irrefutable: "¡Qué bien juega Chicago!". De paso, consiguió que la noticia destacada fuera que el querido Torito de Mataderos, barrio sufrido como muchos y pasional como pocos, ya no fuera noticia, valga la redundancia, por hechos negativos relacionados con episodios extrafutbolísticos. Ya no se habla de cancha suspendida, de puntos descontados, de peleas de barras, de ex dirigentes procesados... Hoy se llenan páginas de diarios, horas de radio y minutos de TV para informar sobre las bondades de un equipo que enamora, que bate récords, que llena los ojos propios y ajenos y que se apoderará de un sitio importante dentro de la historia centenaria de la institución.
La valoración al trabajo de Guede excede al exitismo resultadista que tanto mal le hizo a nuestro fútbol. Sería oportunista elogiarlo sólo por el hecho de que Chicago va a salir campeón de la Primera B Metropolitana. El éxito de su labor radica en haber podido llevar a la práctica su ideología futbolística. Del pizarrón al verde césped. Para cualquier entrenador, más allá de alguna vuelta olímpica, la mayor satisfacción es conseguir que su equipo juegue de la forma en que él pretende. Este plantel supo entender la propuesta. Se adaptó, en base al convencimiento que él debió transmitir, a una filosofía cuya receta contiene una buena dosis de audacia y también de estética. Porque importa el fin, por supuesto. Pero también los medios para lograrlo. Está comprobado que hay distintas formas de llegar al triunfo, pero sin dudas tiene otro sabor cuando se transita hacia el objetivo por el camino del buen gusto. César Luis Menotti decía que el mejor entrenador no era aquel que ganaba un campeonato sino el que era capaz de potenciar las virtudes y disimular las carencias de sus futbolistas. Eso hizo Guede. Acá, algunos ejemplos:
1) Adrián Scifo. Cuestionado, resistido... De ser un volante con recorrido pero sin profundidad ni lectura de juego se transformó en un carrilero que arranca de 4, aparece de 8 y termina de extremo. Es argentino aunque hoy parezca un lateral brasileño. Y aquellos silbidos y murmullos los trastocó por elogios y aplausos.
2) Christian Gómez. La influencia de Gomito también fue otro cambio radical que introdujo Guede en el equipo. Antes, si la pelota no pasaba por los pies del eterno ídolo, las posibilidades ofensivas de Chicago se reducían considerablemente. En este ofensivo 4-3-3 que pregona el técnico pero que muchas veces termina siendo un ultraagresivo 2-3-2-3, el crack de 39 años es determinante pero el equipo depende menos de su inspiración y talento. Para que eso ocurra existe un funcionamiento aceitado que supera el nivel de las propias individualidades.
3) Agustín Farías. El volante central es otro caso testigo de cómo puede evolucionar un futbolista. Con Guede, Chicago muchas veces defiende con sus dos centrales, adelantados en el campo de juego para achicar espacios y formar un equipo corto. Y el 5, inteligentísimo para leer el juego, más de una vez terminó siendo el líbero, metiendo la cola entre Escudero y Lanaro, para sacar las papas del fuego. En un equipo pensado para atacar, bienvenidos aquellos hombres que saben moverse cuando se pierde la pelota y que la administran con criterio cuando se la recupera.
4) Los pibes. Que Melo entre y la rompa como extremo, que Barbona se haga cargo varias veces de la conducción del juego, que Baldunciel aparezca y sea influyente... Son algunos ejemplos de un semillero que aporta buenos valores a la Primera pero también es un mérito del entrenador al ubicarlos donde mejor rinden y cuando es necesario.
Los ejemplos son variados y los números están a la vista. En un torneo durísimo, con canchas mayoritariamente poceadas donde cuesta bastante ser protagonista a través de la posesión, con planteos rivales amarretes producto de la mediocridad general y del miedo a perder, Chicago sacó una enorme ventaja sobre el resto por haberse convencido de que en el fútbol, el que no arriesga, no gana. Por eso, no te vayas ni dejes de verlo... vení, vení, cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar, Guede la mano...

Por: Vicente Muglia - @VicenMuglia

Biografía:
Vicente Muglia
Nació en Mataderos el 19 de diciembre de 1976, se recibió en el Círculo de Periodistas Deportivos y desde 1997 trabaja en el popular diario deportivo Olé, actualmente como editor. En 1998 y 2003, fue encargado de cubrir Independiente, mientras que desde 2003 hasta 2011 se encargó de la información de Boca Juniors, para volver en 2011 a ser el editor de la sección del rojo de Avellaneda en dicho diario.
También trabajo en Radio Mitre, fue docente de ETER (entre 2009 y 2012), condujo 100% Independiente por Radio 9 y escribió “Gabriel Milito, Historia de un Mariscal”.