Mario Marcelo explicó el sentimiento que lo une al club: "Me marcó para toda la vida". También recordó sus diferentes etapas, a los compañeros y técnicos. Imperdible mano a mano con el "Fruta", que logró los ascensos de 1991 y 2001.
(Fotos: archivo de Julio Cordara). |
Por Martín Pereyra
Mario Marcelo es un símbolo de Nueva Chicago. Un tipo que dejó su huella en el club por su carácter y lealtad a la camiseta verdinegra. De esos defensores repletos de fiereza y pasión para disputar cada pelota. Hoy, a los 53 años, es técnico de la Octava División de Ferro y Mundo Chicago lo entrevistó para conocer su actualidad, recordar el pasado y escuchar los consejos de una de esas personas que la pelean día a día con la frente en alto.
-Muchos te dicen Mario, otros "Fruta", ¿cómo te conocen en Gonzales Chaves, tu pueblo?
-Tengo una anécdota muy linda y graciosa. Una vez los hinchas de Chicago viajaban hacia Bahía Blanca para ver un partido contra Olimpo. Entonces, decidieron pasar por Gonzáles Chaves (NdeR: queda 200 kilómetros antes de la ciudad bahiense por la Ruta 3) y preguntaban por Mario Marcelo. Hasta que dijeron mi apodo, entonces les indicaron donde queda la casa de mi padre y se aparecieron. Todo el mundo me conoce por "Fruta".
-¿Cómo se produjo tu llegada a Chicago?
-Hugo Zerr estaba al mando de Estación Quequén de Necochea y luego agarra Huracán de Tres Arroyos, donde yo estaba jugando. Ahí lo conocí y él siempre hablaba de Chicago porque es fanático. A los 10 ó 12 partidos me dijo: "Usted y el Cubano Fernández se van a ir conmigo a Chicago porque lo voy a dirigir a partir de juni"o. Y así fue, nos vinimos para Chicago en el año 90.
-¿Qué recordás de tu llegada a Capital Federal?
-Me pasó a buscar el "Cubano", vinimos en su auto. Llegamos y dimos 500.000 vueltas para llegar a Caballito. ¡No sabíamos donde estábamos parados! Llegamos a las 5 de la tarde, pero se hicieron las 11 de la noche porque no encontrábamos la casa de Hugo, que nos estaba esperando... Cenamos y nos metieron en un hotel, al otro día fuimos a entrenar y me recibió el masajista, "Moringo". Otra cosa que recuerdo es que a los pocos días jugamos un amistoso con River. Y a mí me ponen de zaguero y el "Pampa" Rosané me miraba de reojo porque lo habían corrido a jugar de cuatro y él quería ser central. Después nos hicimos amigos íntimos.
-¿Con qué jugadores te encontraste?
-Uff, era una banda hermosa. Estaban Pocholo Sánchez, Christian Casteluccio, Eduardo Grecco, Gustavo Chacoma, "Pichi" Pérez. Después vinieron el "Viejo" Mora, César Couceiro, el "Loco" Conte, Riva, "Chichín" Cena, no me quiero olvidar de nadie... Luego llegaron Candella, Urquiza, Cochella. Un gran grupo.
-¿Cómo estaba el club en ese momento?
-Chicago venía de caídas y caídas, no podía salir de la Primera B. Me acuerdo que fuimos a comer al club de Alberdi y Murguiondo, donde nos daban de comer las queridas "Pochita" y "Chiche". Estuvimos con el "Cubano" ahí, habían hecho milanesas y teníamos mucha hambre. Entonces, don Fusca nos dijo: "Si estos juegan como comen, salimos campeones". Y lo logramos. Un recuerdo hermoso, quisiera volver para atrás al año 90.
-Ninguno de los jugadores estaba salvado, vivían del día a día. ¿Recordás alguna anécdota en particular de aquellos tiempos?
-En 1991 estábamos concentrado en Ezeiza, en el predio del sindicato de Comercio. Estuvimos varias semanas porque nos tocó ir a Misiones para jugar con Galaxia, después a Jujuy contra Gimnasia y de ahí a Concepción del Uruguay donde ganamos el ascenso. Un día de esos habíamos cobrado el sueldo en el predio. Me acuerdo que el "Viejo" Mora tenía permiso para salir porque él laburaba en su comercio, después de entrenar se iba con su Renault 12 y luego de terminar la jornada volvía para cenar con nosotros. Cuando salimos de la práctica le escondimos el auto, lo tiramos en un pozo y le tiramos plantas arriba. Le costó encontrarlo en el medio del monte... Yo era su compañero de habitación. Me acuerdo que volvió a la noche y nosotros estábamos jugando a las cartas y comiendo. Ahí no pasó nada, entonces me voy para la pieza y entro haciéndome el boludo. Y ahí me pegó un cachetazo y no me dejaba mover. A los 15 minutos golpeaban las puertas todos: "Jorgito, por favor, decinos dónde están los bolsos". Él los había tirado en el techo, pero no los encontraban. Eran las 3 de la mañana y estaban todos buscando los bolsos porque habían cobrado y tenían la plata ahí y este se los tiró. Era un grupo bárbaro, eran unas jodas pesadas. ¡Qué linda época, por favor!
Escuchá la entrevista completa:
-Ustedes consiguieron el ascenso al Nacional B en 1991. "Pocholo" nos contó que con el premio le compró una reproductora de video usada a la madre en Liniers, ¿vos qué hiciste?
-Yo compré ropa para mi hermano, mis viejo y para mí. Iba a Flores y compraba un bolso grande ropa, quería que todos estuviéramos mejor. Además, ayudé a mi mamá y me acuerdo que don Fusca me regaló el inodoro, el videt y la pileta que hoy están en la casa de mis viejos en Gonzales Chaves.
-Sos el estereotipo de defensor del club, ¿qué significa la institución en tu vida?
-Chicago me marcó para toda la vida. Me dio la posibilidad, a través de Hugo Zerr, de jugar, me dio la posibilidad de formar a mi familia porque ahí conocí a mi señora, que en paz descanse, conocí el fútbol grande, me casé y, en resumen, es mi vida. Chicago es mi familia, mi casa. Después uno hizo caminos por otros clubes y uno es muy agradecido a Ferro Carril Oeste, que en el peor momento de mi vida me adoptó, me cuidó, me valoró y me sigue dando trabajo y cuidando. También a Barracas Central fue muy importante porque en el peor momento mío, cuando falleció mi mujer, me contuvo. Le tengo que agradecer a Chiqui Tapia que era el presidente del club en ese momento. También a Aldosivi, Gimnasia y Tiro de Salta, Talleres de Córdoba. Todos fueron muy importantes, pero Chicago es mi casa.
-Vos atravesaste problemas y la seguís peleando. Hoy todos atravesamos un momento difícil y muchos nos vemos representados en vos, ¿cómo es un día tuyo?
-Un día normal es levantarme temprano porque dirijo en las Inferiores en Ferro. Entonces, me voy al club o al predio de Pontevedra, vuelvo y hago la comida para mi hija que viene del colegio. Si está mi hijo almorzamos los tres. De ahí, trabajo en una empresa logística de una obra social, que es un estilo de remisería porque llevamos gente que tiene dificultades y que la obra social le permite para el traslado. Después, los lunes y los miércoles a la noche trabajo en un country, y los fines de semana dirijo en AFA o en la Liga. Así que se trabaja de lunes a lunes, hay que ponerle el pecho y darle para adelante.
-Te pedimos que le dejes un mensaje al hincha de Chicago, al tipo que hoy no la pasa bien y que se esfuerza como vos.
-Primero les digo que hay que cuidarse. Con salud uno la puede pelear, lo otro tiene solución. A mi me ha pasado que la vida me ha golpeado mucho y muy duro, pero la sigo peleando. Muchas gracias por acordarse de uno, esperemos que esto se termine. A cuidarse que lo más importante es la vida, a veces es injusta y trae tristezas, pero cuando uno está bien la puede pelear . Le mando un gran abrazo a los hinchas de Chicago, les digo que el club es mi vida y voy a ser siempre de Chicago hasta el día que me muera.
Fotografías: archivo de Julio Cordara.