Nueva Chicago falló otra vez: perdió 3-2 con Quilmes en el Sur y quedó a cuatro puntos de la cima. Los errores individuales inclinaron la balanza y generaron una derrota dolorosa, luego de estar en ventaja en el marcador. ¿Perazzo y el plantel podrán revertir esta situación?
Entretiempo en el estadio Centenario. La preocupación y la tensión se adueñaban de los rostros de los plateístas locales. Más allá del aliento incesante y del clima de final, en el Sur se sentía la presión por el descenso a la B Metropolitana. No había respuestas a los escasos diálogos. Quilmes no podía con Nueva Chicago. La victoria parcial verdinegra por un gol no demostraba la amplia superioridad del equipo de Walter Perazzo. Ninguno de esos hinchas imaginaba que, 45 minutos después, iban a desahogarse, iban a festejar tres goles (no había marcado esa cantidad en un partido) y también iban a disfrutar de la mejor victoria del campeonato.
¿Qué pasó en el medio? Una historia repetida. Un nuevo capítulo de Chicago y su despilfarro de oportunidades. Otra ocasión en la que no sabe administrar la ventaja en el marcador, como le sucedió con Mitre, Chacarita e Independiente Rivadavia. O las chances que genera. Porque en el primer tiempo entendió cómo jugar un encuentro marcado por la desesperación local y su lucha por evitar el descenso. Apostó a explotar los espacios vacíos. Melo supo jugar a la espalda de Braian Lluy y generó la jugada que derivó en el 1-0 de Franco. Y tuvo más situaciones: Sánchez Sotelo reventó el travesaño y el mismo autor del gol, falló un gran mano a mano al definir al cuerpo de Ledesma en el final del PT. Hubiese sido el 2-0 para el descanso. Quizá hoy tendría otro sabor...
Apenas seis segundos de iniciado el período final, Chicago comenzó su derrotero. Scifo intentó rechazar un balón y la pelota le pegó en el antebrazo derecho. Penal para Quilmes sin discusión. Y Anselmo convirtió con un tiro rasante, que Silva estuvo cerca de desviar. Fue el empate parcial, pero más allá del resultado significó un quiebre. El "Torito" quedó groggy con ese golpe y no se pudo recuperar en el resto de la noche.
Entre la urgencia por la victoria para salir de la zona descenso y la falta de respuesta del equipo de Mataderos, provocaron que el "Cervecero" se destapara. Atravesara un envión anímico. Sintió que era su momento y fue por él. Entonces, aprovechó cada error verdinegro: no hubo más contención y la pelota le duraba poco porque "Pitu" González no se hizo cargo de la conducción ni le atribuyó pausa a un trámite vertiginoso, favorable al local.
Adrián González había quedado en la cornisa con una amonestación en el minuto 31 del PT por un manotazo a Blanco. El central quedó expuesto por la falla defensiva del equipo, otra vez se cruzó con el 11 de Quilmes, que se tiró en el borde del área. Y ahí Bruno Bocca jugó su partido: sancionó falta (inexistente) y le mostró la segunda tarjeta amarilla al defensor. Si con 11 no había manera de detener el avance feroz del rival, menos lo pudo hacer con 10. El ingreso de Achucarro trajo mayor presencia y roce físico, pero no había respuestas futbolísticas ni anímicas.
El descontrol se adueñó del equipo. Entró en shock, sin saber cómo cambiar el desarrollo. Cada jugada se transformó en un esfuerzo individual por encima del colectivo. No apareció una idea o conducción ante la adversidad. Tanto adentro como afuera de la cancha. Ese desorden en la estructura derivó en el error de una de las figuras y responsables de esta campaña: Agustín Silva. El 1 salió con la pelota en los pies a 25 metros del arco, perdió el balón y Obregón convirtió el 3-1. Más allá del descuento de Melo desde los 12 pasos, el partido estaba perdido hacía rato. Chicago se entregó y generó una gran desilusión en su gente. Si bien todavía conserva las chances de luchar por el título: deberá vencer a Sarmiento para quedar a un punto de la cima y luego esperar los resutlados de la última fecha. Hoy, cambió la sensación. Existe un sabor a desencanto, a desencuentro.